El lado oscuro del arte esconde violaciones, asesinatos y pactos con el diablo
- culturaacolor
- 5 dic 2016
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“La tentación de San Antonio” (1878)
El lado oscuro del arte esconde violaciones, asesinatos y pactos con el diablo. No todo es estética, semiótica y hermenéutica, materias de una clase docta y honorable. También las personas miserables tienen la capacidad creadora y el ansia por transcribir su realidad en un lienzo o una hoja de papel. El mejor ejemplo está en los poetas malditos. Hablar sobre los poemas de Charles Baudelaire es remitirse a un paisaje tortuoso y decadente. En sus textos se reconocen elementos románticos; el genio y el poeta son malditos para la sociedad por su bendición y capacidad de comunicarse con la naturaleza. Este don se paga con soledad y el sentimiento de la indiferencia, la incomprensión y la persecución. De este modo, la persona que tiene una sensibilidad innata tendrá que vagar por el mundo y sufrir. Aunque también está la otra posibilidad, la de abandonarse a las sombras como lo hizo Félicien Rops. Este eminente personaje es uno de los precursores del decadentismo en Europa, corriente que se interesó por el esoterismo mientras se dejaba llevar por el satanismo y la figura femenina.

“Pornokrates” (1878)
Del mismo modo que Baudelaire (de hecho eran amigos), Rops sufrió la hipocresía de la sociedad en la que habitaba pero en lugar de tirarse al dramatismo se dedicó a ridiculizarla o mofarse de ella con pinturas irreverentes. Eso sí, Félicien también tenía arraigada la idea diabólica sobre el cuerpo femenino: “El hombre está poseído por la mujer y la mujer poseída por el Diablo”.

“Hipocresía” (1880)
Dios toma un papel antagónico en su obra. Si las mujeres están poseídas por el Diablo y él las desea, entonces también está siendo poseído por las sombras. Además, ninguna deidad benévola lo ayudó en los tragos más amargos, así que da lo mismo besar una cruz o jugar a la ouija. Al menos de las tinieblas obtiene placer a través de un cuerpo femenino, pero del otro señor no obtiene nada.

En 1882 Félicien Rops pintó “El calvario (de las satánicas)”. En apariencia es un Cristo crucificado; sus manos están clavadas a una cruz, pero al bajar la vista nos encontramos con un falo erecto y debajo de él a una mujer desnuda que por poco se traga los genitales. Al ver con detenimiento se entiende que en realidad es Satanás quien atrapa a su víctima con sus piernas de cancerbero. Esta clase de escenas eran habituales en Rops. Por tales motivos su trabajo estuvo censurado en distintos países y era conocido por la clases aristocrática como marrano. La respuesta de Félicien ante el rechazo fue: “Sólo hago lo que siento con mis nervios y lo que veo con mis ojos. Ésa es toda mi teoría artística. Todavía tengo otra terquedad: querer pintar escenas y tipos de este siglo XIX, que me parece muy curioso y muy interesante”.

“Autorretrato satánico” (1860)
A pesar del odio generalizado hacia su trabajo, el genio de Félicien fue indiscutible. Tras varios años de imparable actividad, le confieren el rango de vicepresidente de La Sociedad Libre de Bellas Artes de Bruselas en 1968. Dos años después se trasladó a París donde fue recibido por eminentes figuras simbolistas como Puvis de Chavannes o Gustave Moreau. Ya apoyado por grandes figuras (y aunque estuviera solo también lo hubiera hecho), Félicien realizó la portada de “Les Épaves”, una selección de 23 poemas censurados de su amigo Baudelaire. El resultado es escalofriante y a la vez sublime.

Nuevamente se observa en Rops su gusto por el satanismo, su único alimento espiritual. Satán triunfante en el lugar del Crucificado, Satán como colosal sembrador, Satán como supermacho con su gran falo-serpiente eran los avatares de un mito erigido contra la banalidad positivista, para indicar el poder de lo sobrenatural en un mundo desencantado por la ciencia y la técnica. Así fue el libertino, decadente, controvertido y satánico Félicien Rops.
Para los poetas malditos y Félicien Rops, la vida es un aprendizaje a partir del sufrimiento y la desdicha. Hay que ser víctimas de la feminidad terrible, estar condenado a ser infeliz en el mundo y aceptar al Diablo como único consuelo espiritual. De esta forma se revaloriza la escuela de Satán y se le añade una simbología diferente a través de la pintura.
Por Alejandro Arroyo Cano
@alebrodsky
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